Recuperar el alma del Tequendama: una historia de perseverancia
        Después de más de una década de permanecer en el territorio y de consolidar nuestra primera plataforma pedagógica —la Reserva Granja El Porvenir—, entendimos que nuestro compromiso con el entorno debía ir más allá de la educación ambiental y el trabajo comunitario. Era necesario mirar hacia el símbolo mayor del territorio: el Salto de Tequendama, esa majestuosa cascada que por siglos ha inspirado mitos, leyendas y preguntas sobre nuestra relación con la naturaleza.
Así nació una de las campañas más complejas y apasionantes que hemos emprendido: la recuperación del Salto de Tequendama como patrimonio de los colombianos. Sabíamos que la tarea no sería fácil, pero también sabíamos que el país no podía resignarse a ver desaparecer un lugar tan sagrado para la memoria y el paisaje.
En el ámbito jurídico y ambiental, presentamos una solicitud formal al Consejo de Estado para que, dentro del proceso de segunda instancia que cursaba por la recuperación del río Bogotá, se incluyera un capítulo especial dedicado al Salto de Tequendama. El objetivo era claro: garantizar un caudal ecológico permanente que devolviera vida a la cascada y asegurara su supervivencia a largo plazo. Hoy, gracias a esa gestión, el Salto nunca vuelve a estar seco; el agua volvió a fluir como símbolo de resiliencia.
Pero no nos detuvimos allí. Comprendimos que el agua, aunque esencial, no bastaba: había que recuperar también la casa que se alzaba frente al abismo, el antiguo Hotel del Salto, un ícono arquitectónico que por años permaneció abandonado y deteriorado. Tras un arduo proceso de negociación, logramos adquirir el inmueble, dando inicio a una de las etapas más desafiantes: su restauración arquitectónica.
Con el apoyo invaluable de la Unión Europea, la Agencia Francesa de Desarrollo y la Embajada de Francia, comenzamos la reconstrucción de este edificio histórico. Piedra por piedra, rincón por rincón, se fue recuperando no solo su estructura física, sino también su espíritu. La casa volvió a tener voz, convertida ahora en la Casa Museo Tequendama, un espacio para la memoria, la ciencia y la cultura del territorio.
Ha sido un camino largo, lleno de retos, aprendizajes y esperanzas. No ha sido fácil, pero cada paso ha valido la pena. Hoy sentimos la satisfacción profunda de ver los resultados: el agua corre, la casa respira, la comunidad participa, y el territorio comienza a sanar.
Aun así, queda mucho por hacer. El Tequendama sigue llamándonos a cuidar, a restaurar y a crear juntos. Esta es una causa que necesita de muchos corazones, manos y voces. Te invitamos a sumarte y ser parte de esta historia que demuestra que cuando la naturaleza se recupera, también lo hace la memoria.